Monday, February 27, 2006

COCHINÁ UNO: LA RESPUESTA




Hoy leí tu blog. Aunque me averguenzo son verdades muchas cosas de las que dices ahí. Verdad es que siempre he encontrado que tienes un aire muy atractivo de intelectual izquierdizante y melenudo. Verdad es que me atraes desde la distancia que media entre tu vida y la mía que no es poca. Verdad es que siempre espero ansiosa los besos de saludo y los de despedida que nos damos cuando el grupo se encuentra porque ponen algo de pimienta a mis rutinarios días. Verdad es que me aprietas un cachito más, con mucha sabiduría y haces que se enciendan ciertas luces celestes en mi pentagrama, sobre todo cuando casi sin querer, rozas mis pezones descuidadamente, al pasar. Es verdad que esa ocasión en casa de Nico me tuviste por las cuerdas, que me acosaste en buena, que me metiste la mano hasta lo más profundo de mis creencias. Es verdad que me abrí de piernas literalmente a tu ataque solapado pero exquisito. No sé a esta altura si echarle la culpa al alcohol o a la alegría. Al stress del viernes, al aburrimiento post vacaciones, a las ganas de jugar inocentemente que afloró en mi. No sé. Sólo sé que me muero si Juan Antonio o la María Pía se percatan!...Es decir, me muero! O el Nico o su mujer. Por ello, por favor Ramiro, en nombre de nuestros hijos, no vayas a invitarme a salir una tarde cualquiera de éstas. No me mandes correos electrónicos, ni marques mi celular. No. No vayas a llamarme para decirme que me esperas en Las Brujas. O más osado, a una cuadra del Valdivia, en una estación de Metro que desconozco, lo que equivale a meterse al Valdivia, ahora! (con las ganas que tengo de conocerlo). Te ruego por fa, esperes que Juan Antonio se vaya por una semana al sur de trabajo con sus jefes gringos este viernes. Pauli.

Thursday, February 23, 2006

COCHINÁ UNO









Quedamos de acuerdo de juntarnos las 3 parejas en casa de Nico, allá en Chicureo. Nico de Nicolás. Nosotros nos encargábamos del vino blanco y del tinto. La cuestión es que en la mesa y a la hora de la cena, me tocó al lado la Pauli, lejos la más rica de nuestras amigas, esposa de Juan Antonio.
Nada en el aperitivo de Kir Royal y Bellini más camarones del Limarí, tan apetecibles o más que los ecuatorianos, hacía presagiar una tormenta erótica entre tú y yo. Siempre nos habíamos mirado con una mirada diferente, siempre nuestros besos de saludo lindaban en las comisuras, - cuneteados- siempre te apretaba un cachito más y tú siempre te dejabas apretar un cachito más en cada despedida. Pero sólo eso.
Entre que la mesa redonda era de un mísero m2 para los 6, (lo que equivale a 0,16 m2 per cápita), lo que es poco y estrecho y las ganas que me nacieron súbitamente de tocarte, en fin, estábamos sentados los 6, unhombre-unamujer-unhombre-unamujer alternaditos, terribles de apretados.
Estábamos entonados los 6, para qué negarlo. Yo más que tú? Tú más que yo?. Mi pierna izquierda más que tu pierna derecha? No lo sé. Sólo sé que empezó la cena conmigo pegado a ti desde la cintura hasta la punta del pié. Inicié un restriego táctico que buscaba un no sé qué beneficio estratégico. Estaba caliente, sin duda. Me tenías caliente. Desde siempre. Yo no soy católico, pero siempre hasta esa noche, respeté el mandamiento de no desear a la mujer del prójimo. Siendo tan rico.
No me pregunten qué comí esa noche. Porque del toqueteo inicial e inusual, pasé descaradamente a bajar mi mano izquierda – la más diestra en esos toqueteos - bajo los manteles y la introduje desembozadamente entre tus piernas. ("Por debajo de la mesa acaricio tu rodilla..."). Desde el muslito tostado, suavecito, con algún mínimo resabio de depilación de esa tarde hasta el tobillo prominente, aceitado, bien oliente en lo privado. En lo público, manteniendo una conversación interesante sobre el spred bancario, las últimas tasas y el precio bajo del dólar. Debe haber sido demasiado cómico verme gesticular como siempre lo hago en estas ocasiones con la mano derecha, mientras mi izquierda gesticulaba entre tus piernas, el cuerpo echado sobre la mesa para mejor disimular. No sé cómo nadie se percató de nada, . Ni tu marido, Juan Antonio, ni mi mujer, María Pía. Por eso a contar del 2° plato, ya mis dedos milagrosos se escurrían entre tu sexo milagroso, jugoso, apetitoso, haciéndome pensar en que ése y sólo ése era el postre con el que yo me quería deleitar.
La cuestión iba a mayores, los 2 jadeábamos con la boca llena mientras discutíamos con el resto, tú te enfrascabas en una discusión con la mujer del Nico sobre si una mujer puede dirigir bien un país y yo sobre si era aceptable denigrar la imagen de Mahoma y no atenerse a las consecuencias. Sabiendo tú y yo que estábamos los 2 en otra. Que a ti la Michelle te importaba un bledo y que a mi – a pesar de mi ascendencia árabe – me importaban un pucho las caricaturas del profeta. Sólo restaba esperar el desenlace.
Éste vino – después de un largo rato - con el último arresto de mujer púdica que te quedaba. De madre de 2 hijos, sanos, lindos, católicos. De comadre mía. De buena profesional, ejemplo de las egresadas del Villa María Academy, clase 1989. Cerraste tus piernas y no hubo de ahí en adelante ninguna posibilidad para mi mano. Absoluta cerrazón cartucha. “Esto no puede ser” mi dijiste de soslayo, parándote, haciendo como que te arreglabas la escotada blusa y yendo al baño. La mueca que dibujaste me hizo entender claramente que la huevá había terminado. Fue una licencia temporal que te diste, quizá para tener un grosso pecado que confesar, quizá para demostrarte que estabas en el mercado a pesar de lo que tu marido pensaba, quizá sin ni una puta muy buena razón , que las locuras sólo nacen de malas razones. Quizá porque eras caliente y esa noche lo descubriste.
Sólo sé que cuando volviste del baño después de hartos minutos, compuestita, colegio de monjas, te acercaste a mi oído y disimuladamente me susurraste: - Maricón, me tuve que ir a hacer una paja por vos!.