Tuesday, May 23, 2006

JUGANDO AL CACHO.





Estaba tomándome mi tradicional piscola con naranja y coca light en EL Charleston. Solo.
En la mesa contigua cuatro mujeres también solas.
Juro que me bajó un pudor raro pero ni las miré bien a pesar de la proximidad conspirativa.
Jugaban cacho entre ellas, cosa de por sí curiosa y a grito pelado, cual hombres.
Estaban muy alegres y chisposas. De repente paré la oreja. Me estaban jugando al cacho! Lo que leen. La que ganaba se quedaba conmigo esa noche, sin preguntarme nada!
Me pareció una apuesta espectacular y muy novedosa.
Me hacía el leso afinando el oído sin mirarlas. – Once “tontos”- Dudo- Calzo- Doce “trenes”...así seguía.
Me empecé a preocupar un poco más cuando para evaluar bien la situación de las rivales, hube de levantarme al baño y al volver, echar casi de soslayo, la mirada inquisidora-evaluadora-sinóptica de dicha mesa.
Tenía el diagnóstico: una morena, bella, sencillamente bella, juvenil, bellos ojos, atrevida, segura. Otra en las antípodas, también morena,burdamente teñida, greñuda y fea, rasgos toscos, insegura, muy gordita y mayor Entre ellas dos, una algo atractiva, rubia, rasgos interesantes, cuerpo algo desproporcionado, pasable y otra, no tan fea, trigueña, delgadísima, preocupante, ojos achinados. Ése era el set.
Como que no quiere la cosa le pedí al mozo que viera cómo iba la cuenta. Al rato me informa que gana la más bella por paliza, lo que calma mis nervios y me hace entrar en confianza con la segunda piscola en happy hours. Hoy es mi día de suerte pensé. – Tres sextos- Cuatro sextos- Cinco sextos- Dudo.

Al rato – sería una media hora- nuevos cómputos, nuevos gritos, zalagarda de la mesa. Ganaba ahora la rubia de la medianía de la tabla. La no tan atrayente. Yo algo nervioso otra vez, hacía esculturas con la vela al viento, quitándole la sal al maní que era mi merienda, mirando al grupo que tocaba música tropical no de muy buena manera.
A través de mi ventana-en plena vereda- la tradicional florista se burlaba de mi soledad aunque ello le significara una compra de rosa menos. En otra mesa se celebraba un cumpleaños. En el cacho la bella volvía a tomar la delantera.
Con la cuarta piscola se produjo el desenlace.
Amigos: sólo me resta contarles que esa noche fue la noche de pasión más intensa, creativa, violenta y lujuriosa de mi vida. La noche en que se rompieron todos mis esquemas, prejuicios y tabúes. La noche en que compartí dichoso la cama de un motel - hasta que hubo de retirarse a su oficina en la Tesorería cercana - con la mujer más fea del cuarteto: mi inefable gordita: la más cochina de las reinas del cacho.