Friday, July 28, 2006

NO ME LLAMES PABLO


De un tiempo a esta parte me había puesto rutinario en el sexo hasta que llegaste tú. Desde tu rutina a la des-rutina. Nuestra des-rutina.

Irrumpiendo en mi vida con vientos de arrebato, locura y sexo, mucho sexo.
Analizo desde mi perspectiva tus deseos, tus eróticas emociones. Y lucho por encontrar tu medida, tu justa medida, y me cuesta. Fundamentalmente se trata de un asunto de confianza mutua, de la emotividad y por sobre todo, de la corporalidad. Lo que de un tiempo a esta parte ha sido re-descubierto por nosotros en sus infinitas dimensiones: NUESTROS CUERPOS. Lo que te hace entregarte como te me entregas y te hace exigirme como me exijes.
Tú llegaste a mi para encender mi pelaje continuamente. A mi para encender mis ojos y mis manos que se tornan breves para recorrerte.
Tú la que envuelves mi cuerpo de la cabeza a los pies con manjar, lamiéndome de arriba abajo sin importar cómo quedarán las sábanas. Tú la que rompes en variadas ocasiones mi ropa interior a dentelladas, arriesgando a llevarte en tus fauces alguna presa mayor. Tú la que me baña en la tina con ropa y me desnuda y desnudas dentro de ella, cubriéndome con espuma y bebiéndola toda.


Tú la que me amarras cuántas veces al catre de bronce con esas terribles esposas que compraste en no sé qué parte y me golpeas con esa funda de cuero dolorosa. Tú – a veces insatisfecha reconociéndolo – pidiéndome que restriegue sobre tu cuerpo todas las frutas de la estación y los tarros abiertos de conservas para aquéllas de fuera de la estación, para armar sobre nuestros cuerpos la macedonia más exquisita que un hombre haya comido jamás en este siglo.

Todo eso iba muy bien. Demasiado bien. Poderosamente bien hasta que tú – finalmente aquella noche nevada - poniéndome aquel antifaz negro de pacotilla, sacándome la ropa, hundiéndome tus uñas como yo hundía mi nombre, me hiciste el amor desgarradoramente llamándome Pablo que es el nombre de tu marido.

Saturday, July 08, 2006

C-9 (COCHINÁ NUEVE) = CUMPLEAÑOS FELIZ.

Me sorprendiste para mi cumpleaños. Cuando te pasé a buscar nunca-pero nunca - imaginé que me llevabas allí. Ésa era una de mis ensoñaciones del momento. Un Bar Swinger en Providencia, la beata comuna, la UDI comuna. Callejuela estrecha, muchos autos estacionados, entrada camuflada, difícil encontrar el número. Tocamos el citófono semi-oculto. Tardó un rato en oírse la cálida voz de la dueña: - ¿Contraseña?...Se la diste. Estaba visto que esa noche la llevabas tú, yo sólo era el homenajeado. En el interior una correcta iluminación en el pasillo de acceso, decoración moderna minimalista, lámparas curiosas, esculturas modernas.


Me sorprendió ver hartas parejas vestidas tal y como nosotros. Nada fuera de lugar.
- Iré al baño para ver si me encuentro con algo insólito o alguien jalando descaradamente, comenté AL RATO. El baño hombres un chiche, un lujo. Limpiecísimo. Con todos los adminículos de un baño de La Dehesa. Lo mismo me reportaste tú acerca de tu baño.
El dueño se acercó a nuestra mesa previamente reservada. Nos dio la lata que da a todos quienes, como pajaritos nuevos, aparecen para resolver la curiosidad erótica del local. Un tipo sin duda simpático. Su mujer era la “portera” que nos introdujo. Ambos finos, delicados. Nosotros estábamos menos tensos con el primer trago y el picadillo. Nada especial como para resaltar. En ese salón compartíamos con 4 parejas más, sin hasta el momento, ninguna demostración de locura.

A las 00,00 AM en punto empezó el show. Un policía americano de buenos glúteos, según tú, vestido completamente y de negro, empieza un bailable en una tarima ad-hoc. Se mueve bien el weón. Estábamos todos próximos: a mi lado tú, a tu lado un sujeto curioso, a mi lado otro sujeto curioso, al frente (se trataba de una salita de 3x6 mts. y la tarima a un costado, de modo que todos veíamos todo casi en nuestras propias narices, y está bien dicho “narices” porque hasta los olores nos llegaban), al frente, digo, dos filas de mirones, fisgones, hombres y mujeres, todos con tragos en la mano. El weón paseaba su mirada entre las mujeres del grupo, no tardó en decidirse, te vió la más linda, la más sexy, la más distinguida y se te acercó insinuante, moviéndose caliente a 50 cms. de ti.
Tú no decías nada, tú lo dejabas. Yo me reía. Él avanzaba. En un momento te musitó algo a oído que de momento no entendí pero que sí comprendí cuando, tomados de la mano, sin mirarme, avanzaron hasta el proscenio. Ahí la cosa se puso pelúa. Te comenzó a desnudar con manos expertas, con cuidado dejaba en el suelo una por una tus prendas, tú las pateabas, mientras te bailaba y tú le bailabas a él, sólo a él, sin dedicarme ni una sola mirada, ni una sonrisa, ni una nada. Olvidado, despreciado, desprestigiado, vilipendiado.
Se fue desnudando hasta quedar en pelotas, absolutamente en pelotas. Paralelamente hacía lo mismo contigo, mi mujer, mi pareja, mi compañera, sin detenerse hasta tenerte tambiÉn absolutamEntE en pElotas, delante de, a ver, unos TREINTA chilenos y chilenas.

Era robusto el compadre, dotado, proporcionado, aceitado como es rigor, apolíneo. Tú eras lo que yo bien sé eres desnuda: una mina exquisita, esculpida a mano, durita a tus 40, sin maquillaje, sin operaciones, divina, apolínea también.
Como dos expresiones de belleza física: óptimos.
Pero el weón no quería sólo admirarte y tarde entendí que ni tú ni el público tampoco querían eso...Al vedette no le bastaba eso. Te deslizó al suelo, no pusiste reparo, te abrió las piernas, bajó a besarte descaradamente tu pubis, mi PUBIS, y luego de eso, ante tu pasividad, guió tu boca hasta su tremendo pene y te hizo chuparlo delante de todos. Creí no soportarlo pues te veía gozosa y deleitada. Pensé en retirarme pero seguí. Fui MACHITO y seguí. Tú volvías al suelo y él ahora al fin te penetraba, con prudente condón, hasta el fondo te penetraba. Tú gemías, borboteabas, finamente chillabas, luego desaforadamente, bramabas.
Ahí supe lo que es ver desde afuera gozar a tu mujer, como en una película porno, en la cual el galán es otro.
Tú no acabaste al menos, tampoco él . Cuando te vió destrozada, humillada, retiró el instrumento de placer y te dejó revolviéndote sola en el suelo, acariciándote y por vez primera mirándome, llamándome con tus ojos, para que viniera en tu auxilio a terminar de apagar el fuego crepitante, LA TAREA INCONCLUSA.
Yo- enhiesto, caballero – me levanté, dejé en el banco toda tu ropa que recolecté en el espanto y caminé erguido, digno hasta la salida. Habías olvidado que esa noche el homenajeado era YO.