Me sorprendiste para mi
cumpleaños. Cuando te pasé a buscar nunca-pero nunca - imaginé que me llevabas allí. Ésa era una de mis
ensoñaciones del momento. Un
Bar Swinger en
Providencia, la beata comuna, la UDI comuna. Callejuela estrecha, muchos autos estacionados, entrada camuflada, difícil encontrar el número. Tocamos el citófono semi-oculto. Tardó un rato en oírse la cálida voz de la dueña: - ¿
Contraseña?...Se la diste. Estaba visto que esa noche la llevabas tú, yo sólo era el homenajeado. En el interior una correcta iluminación en el pasillo de acceso, decoración moderna
minimalista, lámparas curiosas, esculturas modernas.
Me sorprendió ver hartas parejas vestidas tal y como nosotros. Nada fuera de lugar.
- Iré al
baño para ver si me encuentro con algo insólito o alguien jalando descaradamente, comenté
AL RATO. El baño hombres un chiche, un lujo. Limpiecísimo. Con todos los adminículos de un baño de La Dehesa. Lo mismo me reportaste tú acerca de tu baño.
El dueño se acercó a nuestra mesa previamente reservada. Nos dio la lata que da a todos quienes, como pajaritos nuevos, aparecen para resolver la
curiosidad erótica del local. Un tipo sin duda simpático. Su mujer era la “portera” que nos introdujo. Ambos finos, delicados. Nosotros estábamos menos tensos con el primer trago y el picadillo. Nada especial como para resaltar. En ese salón compartíamos con 4 parejas más, sin hasta el momento, ninguna demostración de
locura.A las 00,00 AM en punto empezó el
show. Un
policía americano de buenos glúteos, según tú, vestido completamente y de negro, empieza un bailable en una tarima ad-hoc. Se mueve bien el weón. Estábamos todos próximos: a mi lado tú, a tu lado un sujeto curioso, a mi lado otro sujeto curioso, al frente (se trataba de una salita de 3x6 mts. y la
tarima a un costado, de modo que todos veíamos todo casi en nuestras propias narices, y está bien dicho “narices” porque hasta los
olores nos llegaban), al frente, digo, dos filas de mirones,
fisgones, hombres y mujeres, todos con tragos en la mano. El weón paseaba su mirada entre las mujeres del grupo, no tardó en decidirse, te vió la más
linda, la más
sexy, la más
distinguida y se te acercó insinuante, moviéndose caliente a 50 cms. de ti.
Tú no decías nada, tú lo dejabas. Yo me reía. Él avanzaba. En un momento te musitó algo a oído que de momento no entendí pero que sí comprendí cuando,
tomados de la mano, sin mirarme, avanzaron hasta el proscenio. Ahí la cosa se puso pelúa. Te comenzó a
desnudar con manos expertas, con cuidado dejaba en el suelo una por una tus
prendas, tú las pateabas, mientras te bailaba y tú le bailabas a él,
sólo a él, sin dedicarme ni una sola mirada, ni una sonrisa, ni una nada. Olvidado, despreciado, desprestigiado, vilipendiado.
Se fue desnudando hasta quedar en
pelotas, absolutamente en pelotas. Paralelamente hacía lo mismo contigo,
mi mujer, mi pareja, mi compañera,
sin detenerse hasta tenerte tambiÉn absolutamEntE en pElotas, delante de, a ver, unos
TREINTA chilenos y chilenas.
Era robusto el compadre, dotado, proporcionado, aceitado como es rigor,
apolíneo. Tú eras lo que yo bien sé eres desnuda: una mina
exquisita,
esculpida a mano,
durita a tus 40,
sin maquillaje, sin operaciones, divina, apolínea también.
Como dos expresiones de belleza física:
óptimos.
Pero el weón no quería sólo admirarte y tarde entendí que ni tú ni el público tampoco querían eso...Al vedette no le bastaba eso. Te deslizó al suelo, no pusiste reparo, te abrió las
piernas, bajó a besarte descaradamente tu
pubis, mi
PUBIS, y luego de eso, ante tu pasividad, guió tu boca hasta su tremendo
pene y te hizo chuparlo delante de todos. Creí no soportarlo pues te veía
gozosa y deleitada. Pensé en retirarme pero seguí. Fui
MACHITO y seguí. Tú volvías al suelo y él ahora al fin te penetraba, con prudente condón, hasta el fondo te
penetraba. Tú gemías, borboteabas, finamente chillabas, luego desaforadamente,
bramabas.
Ahí supe lo que es ver desde afuera
gozar a tu mujer, como en una película porno, en la cual el galán es otro.
Tú no acabaste al menos, tampoco él . Cuando te vió
destrozada, humillada, retiró el instrumento de placer y te dejó revolviéndote sola en el suelo, acariciándote y por vez primera
mirándome, llamándome con tus
ojos, para que viniera en tu auxilio a terminar de apagar el fuego crepitante,
LA TAREA INCONCLUSA.
Yo-
enhiesto, caballero – me levanté, dejé en el banco toda tu ropa que recolecté en el espanto y caminé erguido, digno hasta la salida. Habías olvidado que esa noche el
homenajeado era
YO.